La cosa huele mal cuando el compinche se empeña en que la mujer de la casa le de los huevos que supuestamente le solicita la vecina, bueno, pinta mal ya cuando aparentemente sin querer le tira el móvil a la fregadera. La mujer empieza a mosquearse. Qué niñato tan raro, debe pensar. Pobre señora, encima su marido está pescando en el lago con su hijo. Después todo se desencadena rápidamente, matan al perro con un palo de golf, se apropian de la casa, intimidan a la mujer y cuando el esposo regresa, le golpean también a él con el palo.
Estos tíos son unos macarras, pero unos macarras de aspecto elegante, vestidos como visten los jugadores de golf, más bien parecen unos pijos, sí, unos hijos de papá. Y hasta el líder del dúo tiene una cara inocente. Luego, confiesan a sus apresados que se drogan, que siempre se han drogado, que están mal de la cabeza, lo cuál, lógicamente, atemoriza más a las víctimas.
Con enormes similitudes con La naranja mecánica de Stanley Kubric y también con Perros de paja de Peckimpack, Haneke se separa de ellos en la aparente calma con que sucede todo.
Y en La cinta blanca, el director alemán vuelve al terrorismo sicológico, aunque esta vez centra la historia en un pueblo y hay más intervinientes, el ambiente es menos claustrofóbico, quizá, pero la violencia late por todas partes. Uno no olvida tampoco a determinados personajes como el Pastor o el Doctor, o determinadas frases, como "¿Por qué no te mueres?, que le dice el médico a la comadrona. Afortunadamente también hay otra clase de moral u otras formas de actuar como la del profesor del pueblo, que da a todos una lección de humildad, bondad y educación.
En fin, he visto dos películas de Michael Haneke y ya me he hecho a la idea de cómo puede ser su cine.
Fuente: www.articuloz.com