En buen romance se condena la violación, pero se permite a su vez, que la criatura engendrada por tal procedimiento violatorio, continúe operando, siempre y cuando, claro está, no contamine el medio ambiente amenazado por su contaminante actividad.
Sin duda, La Corte Internacional de la Haya, debe tener una línea de pensamiento, en sintonía con la prédica antiaborto de las autoridades eclesiásticas, al no permitir que los piqueteros de Gualeguaychú, se salieran con la suya, al pretender extirpar, el desafiante adefesio, que se yergue altivo delante de sus ojos.
Mucho se ha dicho en cuánto al derecho que tiene el Uruguay, ha desarrollar la industria forestal, en cuánto cerca de un 20% de sus tierras productivas están destinadas a esta actividad, sin embargo se habla muy poco, de que las plantaciones que se han efectuado respondían a intereses muy particulares, y que muchas de esas plantaciones han desplazado a sectores de la producción agropecuaria que bien que podría prosperar en esas zonas.
Ahora, tenemos madera en bruto, y claro, ahora algo tenemos que hacer con ella.