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Jueves, 12 Septiembre 2013 18:48

Tan Cercanos, Tan Lejanos

No existe evento que mayor deterioro ocasione a los objetos tan cercanos a la existencia humana,  que ser descartados o hechos a un lado, luego de un tiempo se opta  por deshacerse de éstos; igual ocurre con los amores que no andan bien, se  les deja allí un tiempo,  por el temor de quedar solos, pero se emprende con nuevos esfuerzos para buscarles reemplazo, una vez estos ocurre, se les hace a un lado.

Así ocurre con las cosas y los afectos en desuso,  y de ello  no se escapa el espíritu humano,  quien  después de días, meses, años de no estar pensando, de no estar trabajando, de no estar interaccionando con el mundo externo, de no estar aterrizando en puerto seguro;  termina dañándose, aislándose, descartados por otros,  o autodescartados; borrados del mundo material y simbólico.

 Este es el momento histórico del desplante material, social; dolorosamente no sólo al vaso o envase, se le concedió el atributo de  "desechable" por razones de salubridad pública, lo que contribuyó a apestar el planeta;  sino que sin importar las reflexiones y exculpaciones de posguerra,  al hombre también se le otorgó este estatus,  para descartarlo, para eliminarlo, para borrarlo;  especialmente en las sociedades que se han edificado sobre la guerra,  y que presentan mínimos niveles de tolerancia y convivencia ciudadana, en ellas poco se fortalece la pedagogía de la tolerancia y socialización.

Esta  es la época del miedo a ser descartado, rechazado, abandonado, en un mundo globalizado, masificado, que no mira el átomo,  sino el efecto que producen  todos los átomos.  Nunca en la historia de la humanidad, acaso herencia grecolatina y sajona de occidente;   se exigieron tan completas habilidades, físicas, mentales para ser aceptado en el grupo social, nunca el termómetro de la aceptación social,  marco tan alto para medir los atributos biopsicosociales de receptividad, nunca se ha estado tan controlados, tan observados, tan anómicos diría Durkheim, tan neuróticos y psicóticos diría Foucault, tan alienados por los aparatos ideológicos del estado diría Althuser, tan tanáticos diría Freud, tan dionisiacos diría Nietzsche, tan… diría… aún no ha surgido, o no le han dejado surgir,  al filosofo que con su ethos, logos, verstehen,  gnoseología, ontología  y paradigma,  dibuje y desdibuje la existencia del ser humano actual, que de luces apunten a la salida del laberinto;  sin servirle a la burguesía, sin servirle a ningún sistema o modelo sociopolíticoeconómico, tan solo al hombre como tal.

Todo el estado de cosas  antes descrito,  ha terminado por generar depresión, miedo, aislamiento, época que teme a lo natural del la naturaleza humana, que rasura su propia esencia, sin importarte cuan desprotegido permanezca en el ajedrez, en las cartas que se baraja  en su devenir existencial e histórico.

Es entonces, en este aquí , en este ahora, que como ave rapaz, ataca la soledad que recubre el miedo,  soledad que se sacia,  que se soporta,  un poco comiendo, no comiendo, saliendo, escondiéndose, comprando, chateando, embriagándose, narcotizando en sueños obsesivos,  existencias que en terrenos propicios,  darían los mejores frutos, la mejor cosecha;  pero como pilas desgastadas,  se termina en cualquier hendija,  dando los últimos destellos. Es tal el miedo y el desecho que se arroja en la mecánica y vacía existencia,  que ésta  arropa la  culpa,  en discursos ecologistas,   y en ocasiones,  hasta en esoterismo y prácticas sin sentido;  siempre tratando de recuperar la  esencia despojada por una alienación de la cual se ha perdido toda consciencia.

Fuente: www.articuloz.com