Lunes, 22 Julio 2013 15:07

La Sirenita De Copenhague Y Su Hermana De Varsovia

La sirenita de Copenhague, la estatua situada a la entrada del puerto de la capital danesa y que cada año es fotografiada por miles de turistas, tiene una hermana mucho menos conocida, ubicada en el centro de la Plaza del Mercado de Varsovia (Polonia), una de las más bellas de Europa. Flanqueada por hermosas casas de vivos colores y rodeada por animadas terrazas de restaurantes y artistas callejeros que muestran sus habilidades, la sirenita polaca porta una espada y un escudo

como muestra de que es la defensora la ciudad, en contraste con la sirenita de Copenhague, que está sentada plácidamente sobre una roca.

Según la leyenda que se cuenta aquí, las dos sirenitas vivían con su familia en las profundidades del mar Báltico pero se aburrían y se lanzaron a conocer nuevos mundos. La primera se enamoró de un pescador en los estrechos de Dinamarca y decidió quedarse a vivir allí, donde continúa en nuestros días, sentada con pose plácida sobre una gran roca en la entrada del puerto de Copenhague, un lugar al que cada año llegan miles de turistas a visitarla y hacerse fotografías con su estatua, convertida en el principal reclamo turístico de la capital danesa.


Su hermana, llamada Szawa, decidió continuar su viaje y siguió nadando hacia el este, hasta llegar a la desembocadura del río Vístula, cuyo cauce remontó. Cansada de tanto nadar, un día salió del agua para descansar un rato junto a una aldea de pescadores y le gustó tanto el lugar que se quedó allí a vivir.

Una de sus principales diversiones era molestar a los pescadores mientras hacían su trabajo, enredando los sedales y espantando a los peces, pero lo que para ella era una broma para los pobres aldeanos era un problema. Por eso, intentaron varias veces capturarla para evitar que les molestara, pero cuando se acercaban la sirena entonaba sus cantos y quedaban hipnotizados. La historia llegó a oídos de un mercader que ideó un plan para atraparla y hacer un buen negocio con ella. Se tapó los oídos para que sus cantos no lo distrajeran, la cogió y la encerró en una jaula, dentro de la que la paseaba de feria en feria exhibiéndola a cambio de dinero.

Un día que Szawa lloraba de pena dentro de su jaula, un joven pescador llamado War la escuchó y se acercó a ver qué le pasaba. Sintió pena de la pobre sirena y con ayuda de unos amigos poco después la liberó. En agradecimiento, ella se quedó a vivir con los aldeanos y se comprometió a ayudarles siempre que la necesitasen. Desde ese momento aquel el lugar se llama War-szawa (Varsovia en polaco).

La estatua de la sirena, que blande con fiereza una espada y un escudo, se encuentra en el corazón del casco histórico de la capital polaca, reconstruido tras quedar casi reducido a escombros durante la Segunda Guerra Mundial (700.000 de sus habitantes fallecieron y casi el 85 % de los edificios de la ciudad quedaron en ruinas tras la ocupación del Ejército nazi).

De esa devastación ya no queda nada y ahora mismo la ciudad antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es un lugar perfecto para pasear con tranquilidad, recorriendo su calle principal, la Ruta Real, y visitando interesantes monumentos como el Castillo Real, la Catedral de San Juan o los escasos restos del antiguo gueto judío. Además, cuenta con numerosos parques, bares, cafeterías y restaurantes para hacer un alto en el camino en cualquier momento antes de seguir descubriendo sus encantos.

Fuente: www.articuloz.com