Miércoles, 16 Octubre 2013 22:26

Telebasura

La vigésima segunda edición del Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española define basura como suciedad, cosa que ensucia, repugnante o despreciable, residuos o desechados y otros desperdicios, lugar donde se tiran esos residuos y desperdicios, indica que lo designado por el sustantivo es de muy baja calidad. 

Gran parte de los programas de televisión actuales reúnen todos y cada uno de los requisitos para denominarlos programas basura. El contenido y las formas ensucian la estética, las costumbres y la lengua. Los personajes son residuos sociales, desechos muchas veces, desperdicio en definitiva, que han hecho de la ordinariez, la mentira y el mal gusto un modus vivendi hasta hace poco desconocido, ofreciendo programas despreciables, de tan baja calidad y materia aprovechable, que merecen considerarlos como residuos, desechables, basura...    

Hasta no hace muchos años era frecuente encontrar en las afueras de las ciudades  y pueblos de España vertederos de basura, generadores de un gran impacto medioambiental, insalubres y antiestéticos. La tecnología y la Legislación han ido ocultándolos, reciclándolos o adecuándolos para aminorar el daño al medio ambiente y la salud. Era inimaginable que una nueva basura -programas televisivos- y unos nuevos vertederos -televisiones públicas y privadas- causarían mucho más daño, teniendo repercusiones socioculturales de tal magnitud que en el futuro del hombre habrá un antes y un después a la aparición de la telebasura.    El impacto es sobre la cultura, pilar maestro del progreso. Los programas telebasura se distinguen por reunir mucha audiencia, ser de fácil elaboración, sin exigir especialización, transgredir las normas sociales, prescindir de las más elementales reglas del uso de la lengua, utilizar como cebo a desaprensivos, oportunistas o débiles, atentar contra la cultura, socavarla y destruirla finalmente. Y enarbolando una falsa bandera de la libertad, se defiende el derecho a estos programas, que precisamente por su contenido y forma, atentan contra esta condición, al imponer a la audiencia inmadura una falsa óptica de la vida, la moral y la comunicación.    Es preceptivo preguntarse ¿por qué la telebasura alcanza tan alto índice de audiencia? El hombre, como ser pensante e inteligente, necesita con frecuencia liberarse de un destino fatalista que le conduce a la muerte por los muy variados y extensos caminos de la enfermedad o el accidente. La ficción en general supone, hasta cierto punto, una liberación. La televisión con su facilidad de transmitir, es un medio idóneo para atrapar al hombre que intenta escabullirse de sus problemas. Y queda apresado gracias a la fácil digestión del producto telebasura que se cocina pronto, se vende barato, lleva aditivos que lo hacen atractivo y los efectos secundarios no se dejan ver a corto plazo.    El chismorreo, falseado y precocinado para ser vendido, está concebido para que el televidente se relaje, se emocione, se interese. Estos programas con escasa capacidad lesiva puntualmente, se hacen extraordinariamente nocivos cuando continúan en el tiempo y habitúan, "enganchan" a la audiencia. La televisión se ha convertido en un confesinario público, al que acuden individuos a contar sus penas, inquietudes, frustraciones, mentiras.    El peligro de la telebasura es que no se rechaza, como se hace con la basura real, porque es inodora y su apariencia externa queda convenientemente arropada con luz y color. Es una basura muy peculiar, tan peculiar que no se la reconoce como tal. Sus efectos son lentos, masivos y progresivos. 

El corazón de los medios de comunicación late taquicárdico. Llegará un día en que la cultura será un cadáver expuesto a las generaciones futuras, en cuyo panteón, en letras grandes podrá leerse: "Aquí yace la cultura, víctima del terrorismo informativo del siglo XXI. Murió por asfixia, estrangulada por aquellos que hicieron de los medios de comunicación audiovisual el mayor patíbulo cultural de la historia del hombre". 

Fuente: www.articuloz.com